Roberto Salvarezza, presidente de Y-TEC y de YPF Litio plantea que el país debe ser proveedor a nivel global pero también apostar a la industrialización
La transición energética se encuentra en el centro de las acciones de los países más desarrollados. Una transición que se realiza incrementando la contribución de las energías limpias, mayormente solar y eólica, a la matriz energética y con el avance sostenido de la electromovilidad. Ambos segmentos precisan de la capacidad de almacenar la energía eléctrica y brindarla en el momento adecuado. Al respecto, la batería de ion litio se constituye en la tecnología clave.
El litio se halla en rocas, arcillas o salares, pero estos últimos tienen amplías ventajas ambientales y económicas para su explotación sobre las primeras. Los salares, ubicados mayormente en el llamado triángulo del litio (Argentina, Chile y Bolivia), contienen el 56% de los recursos mundiales, de los cuales Argentina posee el 40%. Se estima que nuestro país tiene el 22% de los recursos del planeta.
La división del trabajo en la cadena de valor del litio está bien diferenciada: los países especializados en extraer y producir compuestos de litio, entre los que se encuentran Argentina y Chile, y los que se han especializado en su industrialización, la producción de materiales activos, celdas y baterías de iones de litio, como China y en menor medida Japón y Corea del Sur. Un tercer grupo, integrado por la Unión Europea y Estados Unidos, trata de posicionarse en este último segmento. La competencia por industrializar el litio explica la avidez de estos países para asegurarse porciones crecientes del recurso que posee nuestra Puna.
Argentina, cuarto productor mundial en toneladas (tn) de carbonato de litio equivalente (LCE), exportó 37.000 tn en 2022 a China (43%), Japón (29%), Corea del Sur (14%) y Estados Unidos (10%). La expansión de la actividad extractiva, tres emprendimientos en producción, quince proyectos en expansión/construcción y otros veinte en exploración avanzada, la mayoría de empresas extranjeras, permitirá incrementar la producción a 60.000 tn de LCE en 2023, a 80.000 tn en 2024 para alcanzar en 2025 y 2030 las 200.000 tn y 400.000 tn, respectivamente.
En este marco ¿aceptaremos repetir el rol que históricamente cumple América Latina de ser un proveedor de insumos o bien buscaremos desarrollar las capacidades para participar en la cadena de valor del litio?
Algunos sectores plantean objeciones a industrializar el litio. Presentan falsas disyuntivas: “Priorizar las inversiones mineras privadas para aprovechar el boom exportador versus promover el desarrollo de la cadena de valor por parte de Estado”. Un absurdo. Bien se puede exportar carbonato de litio e industrializar una parte del mismo desarrollando las capacidades industriales locales.
Otros argumentan que la tecnología del litio tiene una ventana de tiempo muy limitada porque será sustituida por otras. Según ellos, debemos extraer nuestro litio lo más rápido posible y venderlo al exterior para obtener las divisas que tanto necesitamos. Una idea que se contradice con la fabulosa inversión que se realiza en los países del Norte en la construcción de gigafactorías para producir baterías de ion litio, señal de que esta tecnología será usada por décadas. Más importante aún, las tecnologías alternativas poseen un grado de desarrollo muy incipiente y, en muchos casos, de ser exitosas, serían complementarias a la de ion litio.
El tercer argumento es más débil. Argentina no tiene el desarrollo científico-tecnológico para producirlas. La próxima inauguración de la planta de fabricación de celdas de baterías de ion litio de Y-TEC (YPF-CONICET) y de la Universidad de La Plata, y los avances en la implementación de la fábrica que construye Santiago del Estero desmienten esta afirmación.
Estos argumentos son funcionales a los intereses de aquellos países cuyo objetivo explícito es asegurar la provisión de litio para sus industrias, en particular para la producción de vehículos eléctricos. Nosotros construimos otra alternativa: ser proveedores del litio a nivel global pero también industrializar una parte del insumo a partir de empresas del estado o empresas con mayoría estatal como YPF, asociadas con empresas privadas nacionales o extranjeras, con el objetivo de situar a la Argentina como un proveedor clave de materiales de electrodo, celdas y baterías de la región. Y que este proceso impacte positivamente en las economías de las provincias, dueñas del recurso. La producción del material del cátodo litio hierro fosfato en Catamarca en gran escala es un ejemplo de un proyecto desafiante pero posible.